martes, 26 de diciembre de 2006

Kafka en Villangómez


UN alumno cita a un capitán de película bélica: “Las excusas son como los culos: todos tenemos uno”.

CITO la cita anterior al comienzo de la jornada sobre Kafka que hacemos en el taller; la cito porque Bea empieza con excusas antes de hablarnos de la vida de Kafka, de quién era como persona —“mosquita muerta”, apunto—, padre poca cultura, polo opuesto de su madre, educación e influencias —Nietzsche, socialismo—, aunque le interesa poco la política —participa en reuniones solo por la necesidad de formar parte de algo—; la filosofía tampoco le gustaba; amigos, Brod, charlas en la casa Fanta… Después Bea nos habla del trabajo en la correduría de seguros, y a continuación de su vida, de Felice Bauer, con la que se comprometió dos veces y dos veces rompió el compromiso, de Milena, preiodista, mujer formada, casada con un escritor, y de Dora Diamant, su último amor.
Bea se pone a veces roja, se toca la oreja derecha y cambia el pie de tenerlo encima de la rodilla con el tobillo justo encima a tenerla cruzada, sin más, pero está tranquila, y habla de memoria, con una voz agradable, de compartir, sin que le salga una voz nasal que a veces aparece. Y así nos dice que lo más le impresiona de Kafka es su inseguridad, la indecisión, lo retraído que es. Cuenta que si abres una biografía suya, por cualquier página, aparecen esas palabras. Sin embargo, para Bea, sus biografías no dicen mucho. Ella cree que su verdadera biografía estaba dentro de su cabeza —se toca las sienes con los índices de sus manos, uno a cada lado—, eso que le hacía escupir lo que tenía en las hojas. Y en eso ella no le ve tan débil como parecen indicar sus biógrafos.

ELSA nos pone un fragmento de la película Kafka. Aparece un hombre corriendo por las calles vacías de Praga, el suelo empedrado… luego lo veo en el suelo, gritando; mira con pavor a la cámara y muestra angustia. Después aparece ya Jeremy Irons en el papel de Kafka en su gestoría, trabajando y el fragmento se para. Elsa nos pide que pensemos cuál sería la mirada de Kafka sobre el mundo actual.
Yo supongo que esa mirada no diferiría mucho de la que nos legó. No obstante, quizá se metiera en un microorganismo y contaría cosas desde allí, o desde el espacio, en una luna de Saturno, por decir un planeta; o se convertiría en bacteria, dentro de un árbol, bacteria que come, que solo deja serrín dentro. También pienso en Mahoma y sus fanáticos, en un poblado primitivo que se come a los sabios, un poblado donde solo hay silencio; y en la Antártida.
Elsa habla de monotonía, mecanización, deshumanización, Marx, y Antonio de eslabones, de cadenas y de feligreses. Escucho lo de feligreses y me aprieto con el abrigo. Hace mucho frío y las puntas de los pies duelen. Por la ventana miro que hay sol, y veo un patio abandonado, con maleza y unas cuerdas. Más allá se ve el frontón, y sobre él la figura de un zorro, o un lobo o un perro… parece de latón, pero el perfil es oscuro y me hace pensar.
Sigo escuchando cosas, pero el frío me hace recibirlas a distancia. Pienso que el frío nos encierra y nos transporta a otro lugar. Podemos estar cerca de otras personas en lo físico, pero la sensación es de lejanía, de barrera, algo parecido a lo que pasa con el sueño y la vigilia. Y eso, que yo oía hablar de lo difícil que es Kafka, del psicoanálisis, de cábalas y judaísmo y hasta de existencialismo, pero a lo lejos.
Elsa lanza frases: “la verdad interna de un relato no se fija nunca; cada lector la reinterpreta”, “mundo de contradicciones”, carta a Felice, en las primeras líneas “no me leas, tira la carta”; en otras cartas hay confesiones: “quiero saciarme en los detalles”, “registra tus desengaños sin énfasis, como un contable”.
Sale por algún lado el humor de Kafka y en un “Artista del hambre” golpea el desprecio hacia el mundo.
Al final habla Piluca, de “En la colonia penitenciaria”, aunque el frío persiste, y la máquina esa infernal no nos hace olvidarnos de él, ni las manos de Piluca, su anillo de concha en la derecha, cómo las mueve, las palomas que vuelan en grupo y pasan por delante de las ventanas…